Intenso 'show' Más de 5.000 personas enloquecieron con el roquero español, en el concierto de su tour Licenciado Cantinas.
Durante
más de dos horas, Enrique Bunbury desató anoche una auténtica locura en
el Palacio de los Deportes. Desde la primera canción, el cantante
español se echó a la gente al bolsillo e hizo de los más de 5.000
asistentes los mejores compañeros de tragos que podría tener el Licenciado Cantinas.
El
recinto herediano se convirtió en un manicomio, con miles de seguidores
que no se sentaran un solo segundo durante todo el concierto, y
cantaron con el zaragozano cada una de sus canciones.
Ya desde
mucho antes de que Bunbury saltara al escenario, no quedaba un espacio
en las graderías del gimnasio florense, y la gente no hacía más que
corear su nombre: ¡Enriiiiique, Enriiiique!
Cuando el músico
finalmente apareció, fue recibido con una ovación apoteósica. Las miles
de almas lo recibieron de pie, y no volvieron a acordarse que habían
pagado por un asiento.
El roquero se presentó vestido
impecablemente, con un traje entero rojo, una camisa negra, guitarra en
mano y la cabellera al viento.
Sin decir una palabra, comenzó a cantar Llévame, y la gente terminó por él el primer estribillo. Le siguió El Solitario (Diario de un borracho) y la historia se repitió.
El cantante comprendió entonces que los tenía a todos en el bolsillo y no se guardó nada.
"Muchas gracias, hermanos y hermanas de San José, de Heredia y de Costa
Rica. Es un inmenso placer estar con todos ustedes esta noche, de
verdad. Muchas gracias", dijo en medio de los aplausos.
"Venimos
con algunas canciones cantineras, otras melancólicas y algunas
revolucionarias", advirtió el español, mientras la gente seguía
aplaudiendo cada una de sus palabras.
De pie, sobre las graderías, el público escuchó De mayor
y encima del escenario, Bunbury iba de un lado a otro, saltaba, corría y
se divertía haciendo mímicas, enmarcado por más de una docena de luces
rojas que caían sobre él y su banda.
Al terminar la canción, anunció que se saldría un momento del protocolo para cantar La señorita hermafrodita, del álbum El viaje a alguna parte. A nadie le pareció ofender aquel atrevimiento; más bien, todos le perdonaron su osadía con una nueva ovación.
Éxito tras éxito.
Tras aquel pequeño gustito, el músico se tomó una nueva licencia y
presentó al acordeonista de su banda, quien pasó al frente y no lo pensó
mucho para comenzar a tocar El extranjero.
La
gente se emocionó tanto que Bunbury no alcanzó a terminar la canción
por su cuenta. Al llegar al coro, levantó el micrófono y el público se
encargó del resto.
Tanto cariño terminó golpeándolo. Antes de
comenzar la sexta canción de la noche, no pudo más. "Es intenso", dijo, y
se quitó el saco para tomar el micrófono y entonar Ódiame y El anzuelo.
Las luces se apagaron y cuando volvieron a encenderse, Bunbury apareció con un sombrero rojo y listo para cantar con el público No me llames, cariño, Ánimas que no amanezca, Las consecuencias y Que tengas suertecita.
El público no cesó en su entusiasmo y al roquero no le quedó más que quitarse el chaleco, arremangarse la camisa para cantar El día de mi suerte, De todo el mundo, Sí y El hombre delgado.
"Con esta nos despedimos", anunció y dijo adiós con la mano, mientras
las luces se apagaban. El Palacio quedó totalmente a oscuras, y la gente
comenzó a gritar "¡Enriiique, Enriiique!", acompañándose con las
palmas. Nadie movió un músculo hasta que una luz solitaria iluminó el
micrófono principal, como clara señal de que Bunbury regresaría al
escenario.
"Muchas gracias de verdad. Vamos a tocar algo del disco El tiempo de las cerezas", dijo sonriente.
Ahora, Porque las cosas cambian e Infinito, hicieron retumbar el Palacio.
"A San José de Costa Rica, muchísimas gracias no te voy a olvidar", improvisó cantando, antes de despedirse de nuevo.
Las luces se apagaron y nadie volvió a moverse hasta que Bunbury apareció y cantó Bujías para el dolor, Las consecuencias e ...Y al final para marcharse definitivamente.
"Muchísimas, muchísimas, muchísimas gracias de verdad. Hasta siempre".
Fuente: Nación
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