A esta altura, Enrique Bunbury es el ibérico mas sudaca del mundo. Muchos son los que tienen a América Latina como su segunda casa, pero pocos son los que realmente se han bañado en su espíritu. Después de la llamada trilogía latinoamericana de “Pequeño”, “Flamingos” y “El viaje a ningún lugar” y haber recorrido el continente de punta a punta, Bunbury optó por terrenos más norteamericanos, volviendo un poco a las raíces country tras disolver El Huracan ambulante y adoptar a los Santos Inocentes como su nueva banda. “Licenciado Cantinas” es otro giro drástico en la carrera: una recopilación de canciones clásicas del repertorio latinoamericano conformada por boleros, rancheras, cumbias. El muchacho se ha tomado en serio eso de alejarse del rock lo más que se pueda.
A
las nueve en punto sale primero la banda con la instrumental “El mar, el cielo y tu” para luego dar paso al cantante, vestido
de camisa negra y saco rojo con lentejuelas. Creo que es la única persona capaz
de vestirse así sin que nadie le recrimine nada. Es una cuestión de actitud,
dicen. Sandro salía en escena en
bata y hoy Enrique está más cerca de El Gitano y Raphael que de una estrella de rock. El show comienza con “Llévame” y “El Solitario” con un
sonido llamativamente bajo y flojo, teniendo en cuenta que el Gran Rex tal vez
sea de los mejores lugares del país a nivel sonoro. A lo largo de la noche iría
mejorando pero sin alcanzar el climax.
Lo
primero que anuncia Quique es la
celebración de esta gira que empezó y concluye en Buenos Aires (aunque en
realidad comenzó en Córdoba) y que esta noche habrá un repertorio especial con
canciones que hacía tiempo no tenían lugar en la lista habitual. De ahí la
primera sorpresa de la noche: “De Mayor”. A partir de allí se vería a un Bunbury más suelto y de mejor ánimo
canción a canción. Cuando canta “Me siento en casa en América” durante “El Extranjero” realmente significa algo. Creo que sacando a México,
donde realmente es una mega estrella, Buenos Aires vive un nivel de histeria
muy particular con el cantante. Generalmente despierta pasiones y odios por
igual, pero habiéndolo visto en otras ciudades, el nivel de conexión que tiene
con el público porteño es realmente especial. Tal vez porque México y Buenos
Aires fueron los primeros en abrirle las puertas a su carrera solista mientras
en otros lugares solo pedían por la vuelta de Héroes del Silencio.
Quique es un gran diseñador de listas de temas; siempre
tienen un balance y una línea adecuada. El grueso del show es similar al presentado en marzo en la cancha de Ferro, pero como bien había dicho, hay
algunas sorpresas. “Una canción triste”, “No me llames cariño” y especialmente “San Cosme y San Damián” son recibidas con entusiasmo.
La influencia de Dylan sale a
relucir al momento de reinterpretar estas canciones. Si Bunbury se cansa de sus temas, los vuelve a pensar para entregarlos
como si fueran nuevos. Pero más que en el rol de cantautor (en el sentido de un
tipo con una guitarra acústica y nada más), Enrique se luce en el papel de intérprete y cantante. Por el contrario,
sus shows son completamente teatrales. Si las historias de “Si”, “Infinito” o “De todo el mundo” son reales, solo él lo sabe, pero
por la forma de interpretarlas sugiere vivirlas a flor de piel todavía. Por
suerte, si bien El Huracán Ambulante era algo más musical, Los Santos
Inocentes tienen el poder de adaptarse a la canción. No importa que se pase
de un estilo a otro en cuestión de minutos: sea una banda de rock o una banda
de cabaret, Ramón Gacias, Jordi Mena, Álvaro Suite, Roberto Castellanos, Quino
Bejar y el Reverendo Rebenaque tienen la escuela necesaria para llevar el
show adelante.
“Esta es una canción vieja que profesaba un
poco lo que estaba por venir”. Cuando Bunbury dice
cosas como “canción vieja” o “antigua” uno piensa en algo que muy raramente suele suceder, para
luego desilusionarse un poco. Pero al entonar “Empezar porque sí”, las primeras palabras de “Deshacer el mundo”, el teatro
colapsa. Es una versión lenta pero con el mismo sentimiento épico, sobre todo
con ese enorme estribillo.
“Y al final” es la escogida generalmente
para terminar los shows. Pero esta noche es especial y hay tiempo para más.
Claro, sabe que al día siguiente hay paro. De todas maneras no creo que su
público sea el que esté concentrado en Plaza de Mayo. Otra canción olvidada
como la tanguera “Cosas Olvidadas” y el clásico eterno, también
ausente en esta gira, “El viento a favor”, para cerrar definitivamente.
Bunbury es cada vez más local y aumenta sus seguidores visita a visita. Más
maduro y disfrutando más de su obra, y mientras no le agarre un ataque contra
la industria, seguiremos teniéndolo entre nosotros.
Fuente: El Acople
No hay comentarios:
Publicar un comentario