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27 mayo 2012

EL LICENCIADO CANTINAS EXPLICA A ENRIQUE BUNBURY


Decir que la música de Bunbury nació en una cantina latinoamericana no es un insulto, es un hecho; es la música de un “hombre determinado con tatuajes” como él dice.

En su más reciente álbum, Licenciado Cantinas, convergen 15 temas que recopiló en antros del continente y que ahora lo llevan de gira por la región 10 años después de su concepción, pues es una deuda que él tenía con Latinoamérica. La otra semana lo traerá al país para dar dos actuaciones en el Teatro Nacional en la que presentará, a su manera, versiones de canciones antañonas que lindan entre el danzón, bolero y el tex mex.

Pero para entender a este artesano del sonido y su éxito en Iberoamérica, hay que explorar más allá de los géneros en los que se desenvuelve. Se debe viajar al pasado, al tiempo de nuestros padres. Hay que pensar por un momento en un José Alfredo Jiménez. Hay que recordar sus letras soberbias y viscerales y luego visualizarlas con la intensidad y glamur del divo español Raphael. Finalmente, tomar por escenario la atmósfera de un tugurio de mala muerte como El cariñito rico, Guadalajara, o quizá los bares El Olvido o El Zombie, sitios en dónde se lloran penas y se cantan alegrías.

Por último, acérquese a esta época y agregue a esta mezcla la voz de Héroes del silencio, una de las bandas de rock en español más importantes de las décadas de los años 80 y 90. El resultado es Enrique Bunbury, el Aragonés errante.

En su carrera, le ha apostado por la revolución de géneros, lo que  le ha valido el favor del público, pero no siempre el de la crítica, que en algunos casos le acusa de plagio e imitador. Con el álbum Hellville de Luxe fue víctima del escarnio de la prensa, al inculparlo de usar material del poeta Pedro Casariego (Ver http://mun.do/BunburyCasa riego, http://mun.do/BunburyCasariego2). Las críticas también se extienden a su interpretación; su atuendo y forma de entregarse en el escenario ponen en duda su autenticidad y le comparan con Raphael.

Aquél vago forastero

Más allá de las críticas, a las que Bunbury trata de no ponerles atención, el español también reconoce las influencias de sus viajes por el mundo en su música e incluso en su estilo de vida. Ya lo hacía en el primer álbum, Radical sonora, el que posee pistas de música árabe y electrónica e industrial, algo raro en 1997 y con el que los fanáticos más acérrimos de su banda anterior Héroes del silencio decidieron darle la espalda. Otros, le dieron la oportunidad a un disco que ahora se reconoce como visionario en la música en español, por la globalidad de estilos en su sonido y por la búsqueda de Bunbury de algo diferente. 

No es un secreto que, cuando no está de gira, Bunbury viaja por el continente en un bajo perfil porque, según dice, así es como mejor se siente. En entrevistas anteriores en el país, afirmó que ha viajado por Guatemala en camionetas parrilleras, con gente que no lo reconoce (quizá así fue como llegó a Antigua Guatemala, la misma ciudad que incluye en el tema El extranjero y en la que, según refiere, quisiera morir. Una afirmación que ningún otro músico contemporáneo ha hecho, incluido Ricardo Arjona).

Y esa búsqueda en la trayectoria de Bunbury se explica en el documental Las venas abiertas de licenciado Cantinas en el que muestra el proceso creativo de la manufactura del disco. En él explica cómo logra reinventarse junto a Los Santos inocentes su banda de turno que le acompaña, después de que abandonó a los músicos de El Huracán ambulante–. La exploración de una estructura musical propia lo lleva a mezclar el beach rock y tex mex en la misma canción, en medio de un desfile digno del Mardy Grass. En la última década, el cambio en la música fue más innovador con los discos que sucedieron a Radical sonora. Las placas Pequeño, Flamingos, El viaje a ninguna parte, El tiempo de las cerezas (que grabó con Nacho Vega), Las Concecuencias y Hellville de Luxe, ahora representan una etapa que, si bien lo internacionalizó, pertenecen al concepto de Canciones del puerto, una etapa que supone un reto para superarse a sí mismo y del que se quiere desligar para encontrar una voz musical nueva. Aunque no queda claro adónde lo llevará ese camino, lo que es evidente es que serán placas que apuesten por la innovación y que se enfrentarán a la crítica. 

En conclusión, Licenciado Cantinas es una visita a la musica de Agustín Lara, Marcial Alejandro o Eliades Ochoa, de Bunbury un forastero que interpreta canciones de cantina que por momentos son ruines, por otros, canallas y despechadas. Como ya lo dice en la letra de El Solitario (Diario De Un Borracho): Si yo he venido a este mundo es a sufrir/ No puedo encontrar la dicha en la mujer/ Si me besan y me entregan su querer/ Se me alejan para hacerme un infeliz/ Vivo tomando porque el trago es para los machos/ Un desamor me puede causar la muerte/ Y si el mar se convirtiera en aguardiente/ En el me ahogara para morirme borracho.

Fuente: Siglo 21
 

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