El Estadio Ferrocarril Oeste, lucía a punto, todo estaba listo para que el Licenciado Enrique Bunbury saliera a escena y demostrara porque es hoy uno de los artistas más importantes del género rock en español.
Pasadas las 21:30, se oyeron estruendos que encendieron al público y allí todo cambió… se apagaron de inmediato las luces del estadio y los músicos salieron al ruedo para iniciar, al igual que en su última producción con "El mar, el cielo, y tu" anunciando al Licenciado Cantinas, que pocos minutos después desbordó con su presencia sobre el escenario ambientado con detalles en rojo y amarillo, emulando la portada de su último disco.
Luciendo un saco entallado de color negro, el pié del micrófono con detalles haciendo juego y los brazos abiertos al público, Bunbury recibió la primera ovación de la noche al romper el hielo con "Llévame" -de Louie Ortega-, segundo en el tracklist de Licenciado Cantinas y actual corte de difusión con video propio.
"Gracias Buenos Aires. Queremos presentarles canciones cantineras, revolucionarias, melancólicas… espero que les gusten, aquí vinimos a entretenerles"
Después del saludo, siguió "El solitario" y "La señorita hermafrodita", éste último con un notable aporte del teclado. ¿Y el Licenciado? Lo de Enrique Bunbury es un caso especial… le bastaron dos canciones para estar completamente encendido y, con su guitarra acústica al hombro y caminando las tablas, le transmitió a sus seguidores la potencia que luego se vería desde el campo en "El extranjero" con miles de fans saltando al ritmo del tema incluido en su álbum Pequeño -1999-.
"Ódiame", primer corte del último disco, tuvo el toque distintivo del "reverendo" Rebenaque en acordeón; la primera parte del show continuó con "Los habitantes" y "El anzuelo", a esta altura con un Bunbury infalible que hacía gala de una potencia envidiable y una voz privilegiada.
"Olé olé ole olé Enrique"… el público presente tributó al artista desde las gradas y ahí nomás llegó "No me llames cariño" con golpes al vacio cual boxeador en sintonía con la percusión de Quino Béjar.
"Increíble… uno que nunca estudió y finalmente terminó licenciando en algo, soy licenciado en las cantinas de América"
Promediando el show, el ex Héroes del Silencio, presentó el disco dedicándolo a todos los autores latinos que lo emocionaron, y que en sus palabras, "en momentos malos o melancólicos supieron con su música decir lo que nos estaba pasando". "Ánimas que no amanezca" de Guadalupe Ramos puso la cuota de ranchera al concierto y "Sólo si me perdonas" con Enrique de rodillas en el centro del escenario, antecedió a "Sácame de aquí", coreada por las miles de almas que recordaron que todavía se puede ser libre dentro de una canción.
Uno de los puntos más altos del show, llegó con "Que tengas suertecita" donde la voz de Bunbury acompañada por las cuerdas de Álvaro Suite y Jordi Mena se acopló a los coros cómplices de los seguidores. "El día de mi suerte" y "De todo el mundo" le dieron al show una calma que luego fue dejada de lado por "Sí" que sirvió además para presentar a los Santos Inocentes, que formaron con Quino Bejar el nuevo grumete en percusión, Ramón Gacias el motor de la máquina en batería, El Reverendo Rebenaque en acordeón y teclados, Robert Castellanos al Contrabajo, Álvaro Suite con toda su elegancia en guitarra y el excelente Jordi Mena a la guitarra y banjo.
El final, antes de los bises, fue con "Hombre delgado". Con los brazos en alto, abiertos y abrazando al estadio desde el micrófono, Enrique Bunbury agradeció a los presentes, se retiró y en pocos minutos, volvió a deleitar a sus fans con cinco canciones más.
"Queremos hacer algunas canciones más, y nos los molestamos mas… vamos a hacer un blues de Atahualpa"
Exactamente. Así como se lee, un blues de Atahualpa; una sublime interpretación de un tema de Yupanqui que data de 1981, con arpegios que dieron al tema una calidad extraordinaria. "Bujías para el dolor" e "infinito", cantado a dúo con la gente, cerraron la primera tanda de bises.
"Cosas olvidadas", una composición original de Antonio Rodio y José María Contursi firmada en 1941, fue la penúltima pieza, al decir del cantante "una canción en agradecimiento a la Argentina", genialmente interpretada en voz, guitarra y acordeón. El concierto se extinguía y para ponerle nombre al momento, interpretó "…Y al final" con una mano en el pecho, golpeando y agradeciendo la fidelidad de siempre.
"Por favor, no se olviden de nosotros" pidió el español juntando las manos… no hay duda de que así será, porque Bunbury en Argentina, siempre vigente, ya tiene ganada la guerra contra el olvido, sin embargo… le pedimos mas batallas.
Fuente: Revista Onstage
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