Por lo general, las crónicas de shows de solistas se centran prácticamente en la figura del propio artista. Pero esta vez, más que nunca la banda de Enrique Bunbury merece llevarse gran parte de los laureles. En formato de sexteto, Los Santos Inocentes dieron un tremendo concierto dentro del espectáculo que supone de por sí la figura del zaragozano. El motivo de esta visita fue la presentación de Licenciado Cantinas, su recientemente editado disco de versiones de clásicos del cancionero popular latinoamericano, de puro amor, alcohol y desamor.
El dúo Ramón Gacías (la mano derecha de Bunbury como solista) en batería y Quino Bejar en percusión fluye sobre cualquier ritmo que se proponga y es a la vez el eje en el que se afirman las guitarras vintage de Jordi Mena y Álvaro Suite para intercalar solos frenéticos y arreglos exquisitos a puro trémolo. Completan el "santuario" Robert Castellanos en bajo y contrabajo y Jorge Rebenaque en teclados y acordeón. Puede haber ritmos y sonoridades de toda Latinoamérica, pero ésta es una banda de rock, artesanal, y de las buenas.
Fueron dos horas de show prácticamente de corrido con canciones de todos sus discos como solista y la mayoría de las versiones que integran el nuevo trabajo. Le hemos visto noches mejores, pero igualmente Quique cumplió con sus fans.
El comienzo fue, como era de esperarse, con el El Mar, El Cielo y Tú y Llévame, tal como empieza Licenciado Cantinas. Recién después de algunos temas, la noche levantó temperatura gracias a una demoledora versión mid tempo de La Señorita Hermafrodita, ante la histérica indecisión del público entre permanecer sentado o de pie (NO a las sillas en los conciertos de rock). "Venimos cargados de canciones cantineras, revolucionarias y melancólicas", anunció Bunbury -de punta en negro- tras el saludo de rigor. El sonido fue inmejorable de principio a fin e hizo olvidar por completo la puesta en escena nula, sin escenografía ni pantallas.
"¿Se puede beber aquí? Pues deberíamos bailar arriba de las mesas y acabar de un solo trago las botellas de tequila". Tras esta declaración de principios sonó esa suerte de ranchera que es Ánimas, Que No Amanezca, y después de De Todo El Mundo, uno de los puntos más altos de la noche, se fueron intercalando clásicos como Sácame de Aquí e Infinito con dos de los temas argentinos de Licenciado Cantinas: El Cielo Está Dentro De Mí, del eterno Atahualpa Yupanqui y Cosas Olvidadas, el tango de Antonio Rodio y José M. Contursi.
Más de veinte canciones después del inicio, y con la gente agolpada cerca de escenario, sonó el piano de …Y Al Final, el lúgubre vals que marcó el fin de un show sin fisuras. Esta vez en el rol de Licenciado Cantinas, Bunbury dejó su huella una vez más en Córdoba y colmó las expectativas de casi todos, incluso las de aquellos que lucieron orgullosos sus viejas remeras de Héroes, que -a pesar de no haber escuchado ningún tema de la legendaria banda- seguirán apostando por él.
Fuente: Bitácora de Vuelo (Argentina)
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