Incluso, ni el mismo ex vocalista de la agrupación Héroes del Silencio se imaginó que tanta gente lo ovacionaría en la misma ciudad donde hace 10 años sobresalieron por una pobre asistencia y sólo le pedían canciones del grupo español.
Esta noche para Bunbury fue mágica. También lo fue para sus seguidores que con prudencia y fidelidad le aceptaron y disfrutaron de un repertorio que no incluyó ni una sola canción de la banda que lo mostró al mundo.
La señorita hermafrodita, El extranjero, Sí, Infinito, Sólo si me perdonas, algunos de sus ya sonados temas de los primeros discos que marcaron la ruta solitaria del artista, fueron coreados a todo pulmón en un coliseo donde el sonido brilló por su perfección y una logística sin contratiempos.
El escenario, con matices de colores azules, violetas y rojos, aunque sencillo y sin luces de más, entonó también con la música de cantina y despecho, la nueva apuesta del cantautor que está vez desempolvó reliquias musicales de latinoamérica como El día de mi suerte y Al final.
Con canciones como Los habitantes y La señorita hermafrodita el blues y el jazz también tuvieron su espacio durante las dos horas de música ofrecidas por Bunbury y sus seis músicos, todos puntuales por demás, en un recital que arrancó pasadas las 8 de la noche.
Bunbury, que apareció en tarima con un blazer negro y rojo acompañado de un pantalón negro que dejaba ver su original delgadez, cautivó y se dejó cautivar por un público respetuoso, fiel y agradecido, que vibró y no se cansó de llamarlo por su nombre entre canción y canción.
Sin palabras de más y presumir demasiado, el español no pudo evitar reflejar su emoción y hasta de rodillas lo demostró.
Al final con el sudor producto de sus constantes movimientos, un mar de aplausos no cesaron y el recuerdo de Héroes del Silencio sólo se exhibió en el antebrazo izquierdo de este artista que le devolvió la fe a unos empresarios y a un público ávido de espectáculos como éste.
Fuente: La FM (Colombia)
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