Con una querencia latina mostrada ya desde hace tiempo, Bunbury ha comenzado a fortalecer su médula musical con esas canciones atemporales que a pesar de ello sólo se descubren cuando los prejuicios han sucumbido. Y eso, salud mental mediante, ocurre ya maduro. Es así que el maño recupera en su último disco las canciones de sus mayores, esa pasión extrema vivida en boleros, chacareras, tangos y demás gemas de la música de frontera nacida del cruce entre mejicanos y norteamericanos.Pero, claro está, una cosa es descubrir las raíces de nuestra memoria y otra saberlas defender, tarea aún más complicada cuando, como es el caso, el público tiene una idea muy específica de cómo son esas canciones y cómo le gusta escucharlas.
Cierto es que Bunbury cuenta con un as en la manga, un comodín que le viene que ni pintado. Se llama desmesura, dígasele también emoción desbocada, teatralidad extrema, pasión sin frontera. Véase el caso del tango Cosasolvidadas, a cuya textura se adapta la personalidad de Bunbury como lo hizo en Ódiame o El día de mi suerte, alguno de los temas interpretados de su último trabajo. Extendiendo el toque cercano por latino de este repertorio, Bunbury también bañó con él canciones ya populares en su repertorio como El extranjero, Que tengas suertecita o La señorita hermafrodita, articulando un repertorio muy homogéneo que supo defender en un concierto que evidenció que Enrique Bunbury no ha dado puntada sin hilo.
Fuente: El País Cataluña (España)
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