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15 enero 2012

BUNBURY ESTRENA LICENCIADO CANTINAS EN SEVILLA

Enrique Bunbury, aragonés de nacimiento y de todo el mundo por adopción, inauguraba anoche en el Pabellón San Pablo de Sevilla el Tour Licenciado Cantinas. Gira que le llevará por las dos orillas del Atlántico presentando las versiones de temas latinoamericanos que forman parte de su disco homónimo, encarnado en ese Licenciado Cantinas, lúcido personaje a razón de severas curdas, cantineras generosas y demasiados boleros en la retina. Aunque los conciertos previstos para Valencia y Almería fueron aplazados por una faringitis del intérprete, la voz del zaragozano no acusó demasiado la convalecencia. No quiso forzarla y pactó una tregua con su voz, concediendo a veces interpretaciones más solventes que brillantes. No se resintió en cambio su magnetismo, ni su dominio del escenario, interpelando al público y a sus músicos con sus clásicos movimientos: mitad histrión, mitad púgil.

A la hora prevista salió la banda de Los Santos Inocentes, sobre los que recayó el protagonismo inicial tocando 'El Mar, El Cielo Y Tú', tema instrumental que abre 'Licenciado Cantinas', bajo una luz azul botella y el sonido cimbreante del acordeón. Y cuando fue decayendo la cadencia de las maracas, Enrique Bunbury entró como un tifón en una pulpería, agarrando el micrófono por el cuello para enlazar con el segundo corte 'Llévame'.

Empezaba tropical el concierto, con Roberto Castellanos marcando el ritmo en el contrabajo. A la tercera sonó el cabaret felino de 'El Tiempo De Las Cerezas' a ritmo de armónica, después la cumbia eléctrica de 'El Solitario (Diario De Un Borracho)' y se colgó la acústica para la despiadada 'La Señorita Hermafrodita'. Fue un clamor 'El Extranjero', con el acordeón del Reverendo Rebenaque en éxtasis y punteado de banjo de Jordi Mena. Le siguió 'Odiame', el primer sencillo de Licenciado Cantinas, que Bunbury interpretó con más contención y afinación que su admirado Bambino, utrerano universal que ya inmortalizara el tema.

Tanto Enrique Bunbury como Los Santos Inocentes al completo vestían con traje negro adornados con motivos mexicanos en diversos colores, que parecían sacados de una estampa de los narcocorridos 'Los Tucanes De Tijuana' el día de los difuntos. En 'No Me Llames Cariño', el aragonés errante, tocado ya con su habitual sombrero de cowboy, amarró la letra de un bolero con un aire de blues del trópico, deshaciendo cualquier melaza que quedara en el ambiente.

Retrocedió a Radical Sonora para rescatar 'Big-Bang' y enlazó un par de temas eléctricos de su última etapa 'Bujías Para El Dolor' y 'Los Habitantes' con la acústica de acompañamiento y la sobresaliente aportación a la guitarra eléctrica de Álvaro Suite. Quino Béjar fue protagonista con la percusión de timbales y congas en 'Sácame De Aquí', amarga canción que parece cuestionarse si fue antes el bolero o el desarraigo. Después se vino arriba con dos de suertes: el rock canchero y chacarero de 'Que Tengas Suertecita' y la premonitoria 'El Día De Mi Suerte'.

Y luego emprendió ya la recta final del concierto con el himno 'De Todo El Mundo', coreado por el respetable de principio a fin "No tengo dueño / no soy tu esclavo / un poco tuyo / y de todo el mundo", con las manos alzadas al cielo del pabellón, iluminado con motas de luz oscilante. Ritmo lento para uno de los momentos más intensos del concierto. El piano del Reverendo marcó las siete siglas de papel de 'Sí' y el zaragozano rindió Breda, su voz y el primer acto del concierto con 'El Hombre Delgado Que No Flaqueará Jamás' con Jordi Mena dándole la réplica a Álvaro Suite a la guitarra eléctrica y Ramón Gacías empleándose a fondo a la batería.

Regresó la banda al escenario para el segundo acto con esa pequeña oda al infractor que es 'Porque Las Cosas Cambian' y el calado hondo de 'Infinito'. Sin duda, esos dos temas, menos exigentes a nivel vocal, le sirvieron para reponer fuerzas y luego levantar las palmas del público con la movida ranchera 'Animas Que No Amanezca', que se marcó los últimos bailes de la noche y apuró sus cervezas.

A modo de epílogo, hizo sus segundos bises 'Nunca Se Convence Del Todo A Nadie De Nada' y, cómo no, el vals de la despedida, que no de la retirada, que siempre marca el final de los conciertos de Enrique Bunbury: '…Y Al Final'. Despedida agridulce, como todas, porque se nos hicieron cortas las dos horas de concierto, porque echamos de menos muchas canciones (Rezaré, Lady Blue, Alicia, 200 huesos y un collar de calaveras…), y porque siempre se puede esperar un poco más de todo. Una suerte haber podido asistir al comienzo de esta nueva gira que, aunque aún a falta de rodaje y músculo, promete ofrecer veladas inolvidables y más buenas rondas de licor, que convida Licenciado Cantinas.


Fuente: Revista Wego (España)

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