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07 enero 2011

LOS MEJORES DISCOS DEL 2010

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Nadie como Bunbury para encarnar al artista comprometido con su musa, solo contra un mundo que no termina de acogerle del todo. Hay algo de impostado en esa pose, ya que no estamos ante un creador maldito, sino ante alguien que se ha ganado el respeto de compañeros de profesión, de un sector de la crítica (otro lo tendrá que dar por perdido para siempre), y de un público que, si bien nunca será tan numeroso como el que seguía a Héroes del Silencio, es suficiente para permitirle una libertad artística de la que gozan pocos en nuestro rock.

«Que no me atrape lo mundano, si prefiero no estar quieto», canta en De todo el mundo, toda una declaración de intenciones (sus canciones, casi todas en primera persona, están plagadas de ellas). Por no estar quieto, el maño ha ido cambiando el paso con cada disco.

Si Hellville de luxe (2009) era su trabajo más exuberante y rockero desde aquellos lejanos días heroicos, Las consecuencias nos ofrece su reverso calmo, acústico y oscuro. El autor nos revela que ambos trabajos, junto a su disco compartido con Nacho Vegas, El tiempo de las cerezas (2007), conforman lo que él llama la trilogía de «canciones desde el puerto», donde el eterno viajero ha detenido su rumbo para madurar desde la paz del hogar una serie de composiciones de profunda raíz norteamericana.

La placidez instrumental de Las consecuencias (guitarras acústicas, harmónicas, órgano Hammond, y arreglos de cuerda que lucen especialmente en la muy Beatle Ella me dijo que no) es sólo una máscara para hacer más llevaderas unas letras especialmente profundas y dolorosas, centradas en nuestra incapacidad compulsiva de comunicarnos y entendernos entre nosotros (un ejemplo, de Lo que más te gustó de mí: «Me dices que soy un tipo particular / cuando esas pequeñas bromas te hacían reír hasta llorar / y ahora las odias, aunque no me conozcas»).

El disco está pensado para calar en el oyente a partir de dos caras diferenciadas, como los vinilos a los que tanta pasión profesa Bunbury. En lo que sería la cara B hay huecos para la electricidad, tanto en la épica Los habitantes (que podría servir para enganchar a nostálgicos de Héroes, y que incluye un fantástico final instrumental para lucimiento de toda la banda), como en la canción estrella Es hora de hablar, una apabullante interpretación vocal que empieza desde el susurro para finalizar con su grito más desgarrado («Que quiero hacer muchas cosas por ti, las más posibles», una hermosa frase, incluso cuando se berrea a pleno pulmón).

Para redondear este gran disco -de los más coherentes y completos de la carrera de la carrera de Bunbury-, llega una inesperada versión de Jeanette, Cara a cara, a dúo con Miren Iza (Tulsa). Lo extraño, y es ahí donde reside el mérito de la elección, es que esta canción de 1981 encaja a la perfección con el universo de este disco, tan desolador, y a la vez lleno de fragilidad y belleza.
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Fuente: Dolce far niente

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